lunes, 22 de junio de 2009

Conversacion un poco extraña


Hoy tu sonrisa en el cuadro de mi cuarto emana menos felicidad que nunca.
Y aunque solo sea un objeto desafío esas leyes de no se bien que materia. Afirmando que tu dibujo hoy expresa dolor.
¡Ay! pero si es solo un dibujo, ¿Cómo puede sentir? –Me dice mi conciencia y mi sentido (no tan) común-. Y es porque yo siento por el – Le digo yo-. Asi como siento el amor de una amante, asi como siento lo que expresa una obra de arte.
-¡Ay, artistas!, ¡Como nos han complicado la vida mostrándonos lo que es el amor! –Me dice la conciencia.- Los artistas han vivido venciendo esas leyes de no se bien que materia que dicen que los objetos no pueden sentir –Le respondo-. ¡Y tenían razón! Yo siento la desesperación en el grito de Edvard Munch y hoy siento el dolor en el cuadro que posa arriba y a la derecha, o izquierda (según como se mire) de mi cama. ¡Ay!, ¡pero que puse entre paréntesis?, ¡Como si fuera algo insignificante!, ¡no es esa oración (según como se mire) lo mas importante? ¡Ay!, pero le quite importancia de nuevo!, quizás es porque no alcance esta hoja para mostrar su importancia, quizás porque debería reemplazar el como por el quien. Pero seria lo mismo, ni mas importante porque es imposible ni menos importantes porque seria una absurdez. Pero lo que deja de ser quizás para ser seguro es que esa frase (Según como, o quien lo mire. Dejando de lado alguna respuesta o esteticidad) se me ha presentado como una irrefutable verdad.
Que importa lo que sea.-Le digo a mi conciencia casi (que hermosa palabra) vencida.- Un cuadro, una pintura, un dibujo. -¡¿Un mero objeto?! -Me dice la conciencia-. Seguro que no –Le respondo-.
Asi como para el enamorado la foto de la amada destella un brillo especial (compruébenlo), el cuadro en mi habitación tiene una particularidad, y es que es parte de mi.
Hoy no sonríe porque no sonrío yo. Hoy emana dolor porque tiene lastima de mi, porque siente por mi. ¡Ay, quien soy yo para quitar la sonrisa de un cuadro! ¡Ojala mientras escriba tu dibujada boca valla dibujando alegría!, y estoy seguro. ¡Asi será!. Y escribo a espaldas tuyas para no ver esa transmutación que me haría enloquecer, porque me han permeado esas leyes de no se bien que materia diciéndome, y convenciéndome, que los objetos no pueden sentir. Y estoy casi (¡Que hermosa palabra!) tan seguro de eso como de que al voltear la ahora sonrisa de mi rostro se habrá trasladado a este cuadro, como el amor de la madre se traslada a la foto del hijo ausente. Después de todo, a estas leyes las veo porque creo verlas, y lo más importante de todo, ¡Las creo yo!
-Y mi conciencia aparece de nuevo casi abatida y me dice suplicando,- Pero las otras leyes, las del mundo real? ¡Que importa! –Le contesto- ¡Ni siquiera se bien de que materia son!

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