jueves, 18 de noviembre de 2010

Por si algún lector se entera

de tiempo argentino de hoy

Una sentida autocrítica
Te tenemos que pedir perdón, flaco
Publicado el 3 de Noviembre de 2010
Por Pablo Llonto
Periodista y abogado.

Queríamos decirte simplemente que los anarquistas somos, a veces, muy de vez en cuando, un laberinto de contradicciones. Y que pensábamos votarte. Era nuestra mínima y secreta manera de pedirte perdón.
Lo que te puteamos, flaco. Las cosas que dijimos de vos cuando en la imbécil tentación del engreído revolucionario decíamos que vos eras el monigote de Duhalde. Las marchas que te hicimos. Queríamos decirles a los argentinos que estabas dilapidando nuestra plata dándosela en bandeja al FMI.
Cuántas palabras envueltas en desprecio y sorna. Instruidos en las sabias esgrimas marxistas, enumerábamos los siniestros enemigos de los que te rodeabas. Casi, casi, te ordenábamos que fueses puro. Como nosotros.
En los rudos textos, en las vehementes intervenciones radiales, despedazamos tus confusas relaciones con el poder. Claro que sí, qué otra cosa era un hombre saludando a Bush con una sonrisa. No prestabas atención a nuestra pedagógica manera de llevar adelante el protocolo.
El propósito era que nos escuchases. Que leyeras nuestros volantes, nuestros afiches, nuestras banderas. Tenías que hacerte, de un día para otro, justiciero expropiador de todos los sinvergüenzas. Tenías que rendirte ante nuestras luchas.
Queríamos ser testigos de un milagro que honrara a nuestros santos leninistas: la conversión acelerada de un político burgués a tigre trotskista, como aquel que posa en nuestros posters. Queríamos verte echando a todo tu staff, tus ministros, tus amigos, tu familia, desprendiéndote de cuentas bancarias, bienes, alquileres. Si era posible, Flaco, tenías que tirar los mocasines y la birome Bic. Y desafiliarte del PJ.
Un día, nos enteramos que hablabas en la ESMA. Que entrabas allí con las viejas y con los hijos. Pedazo de oportunista, dijimos. Luego, procuramos escuchar bien aquello que decías. “Como presidente de Argentina, vengo a pedir perdón en nombre del Estado nacional por la vergüenza de haber callado durante 20 años de democracia tantas atrocidades.”
Carajo. Exasperabas nuestra incredulidad eterna. De pronto, un presidente argentino, de la Casa Rosada, les pedía perdón a las Madres; a las mismas Madres que un tiempo atrás (diciembre 2001) habían sido gaseadas, mojadas, atropelladas por caballos por los infames de la Casa Rosada.
Ebrios de indiferencia, pensamos que debíamos aplaudir ese gesto, no más de 24 horas. No podíamos ser aventurados en el elogio. No tolerábamos que no cumplieras, una a una, todas nuestras utopías.
Ni cuando aprobaste la jubilación para los que no tenían aportes. Incluida nuestra vieja, y nuestra suegra.
Ni cuando le brindaste a Chávez, y a otros, el escenario adecuado para mandar a la misma mierda el asesino ALCA. Ni cuando le sacaste el fútbol de las manos al pulpo eterno. Ni cuando quisiste poner un poco de justicia con la 125 cumpliendo tu máxima peronista de llegar al fifty-fifty. Ni cuando desafiaste a Clarín y sus tentáculos. Ni cuando ideaste el final del monopolio de Papel Prensa.
Ni cuando impulsaste el matrimonio igualitario. Ni cuando te enojaste con las claudicaciones de la ex intachable Corte. Ni cuando apagaste las privatizaciones de Aerolíneas, el saqueo de las AFJP, el choreo macrista del Correo.
Ni cuando te extenuaron los impostores, los Alberto Fernández, los Lavagna, los Solá, los Cobos, los Pedraza.
Ni cuando apoyabas una ley que resolviera un cacho de participación en las ganancias. Ni siquiera cuando tu última opinión sobre los burócratas sindicales contenía una frase premeditada: “Hay que dar con el último de los autores intelectuales del crimen de Ferreyra.” Ahora que estás en Santa Cruz, rodeado de los combativos mineros de Río Turbio que adorábamos en los ’90, ahora es como un poco tarde, flaco.
Queríamos decirte simplemente que los anarquistas somos, a veces, muy de vez en cuando, un laberinto de contradicciones. Y que pensábamos votarte. Era nuestra mínima y secreta manera de pedirte perdón.

viernes, 23 de julio de 2010

Simulemos

Me duele mucho la cabeza y que te importa. Para qué decirte que no entiendo esa secuencia de disposiciones cerebrales que ahora me hacen sentir tan mal. No vale la pena tampoco aclararte que el dolor de estomago se hace recurrente, quizás más que mis desvarios y ambivalencias que me elevan incesantemente para quitarme la escalera de un zarpazo. Y voy cayendo acostado en el piso imaginario de la situación que imaginé, sin pedir ayuda por la probabilidad que alguien me entienda antes que yo, y probablemente serás vos el que haga un análisis claro de mi situación, por eso prefiero responderte todo tranqui, todo piola o todo bien, con sus millones de sinónimos y variaciones por el estilo que lo único que denotan es que no sé ni que engloban ni que quieren decir, dejando de lado claro está que mi respuesta no incluye este sentimiento de no tener idea que parte de mi cerebro está trabajando para que sienta lo que siento, si el sentimiento se limita a esa actividad encefálica o si la dolor también tiene forma de cuerpo, mejor ni comento que desde que estoy despierto me pregunto qué soy. Y mi casa, mis ojos, y mirada, se convierten en un eterno signo de interrogación que como todo lo eterno desaparece como si no hubiese existido. Mejor hagamos de cuenta que somos normales, preguntame como estoy mientras decido si usar el piola tranqui o aún más oscuro bien. Sigamos la charla como si nada interesante pasara y esta tarde tomemos unos mates como si entendiéramos el mundo o al menos a nosotros.

domingo, 2 de mayo de 2010

La bienvenida

Hola, que lugar tan blanco ¿puedo saber dónde estoy?
Es un sueño, pero estás en el cielo amigo. Cuando despiertes no recordarás nada, y nunca volverás a soñar esto. Asi que hazme las preguntas que quieras y puedes pedirme hasta un deseo.

Me parece muy bien, si te parece procederé a contarte una historia, y luego te pediré mi deseo.

Y las preguntas ¿no quieres saber sobre Dios, el Diablo, e interrogarme como lo hace toda la gente normal?

Yo no soy como la gente normal ¡no ves el sueño que he venido a tener! Y tus respuestas solo satisficieren mi curiosidad momentánea, pues no recordaré nada al despertarme. Asi que perdone mi irrespetuosidad señor, pero escúcheme, tengo poco tiempo antes de despertarme, y odiaría que se quede sin escuchar el final de mi relato.
La vi una tarde cálida de noviembre, el mirarla hizo que el mundo se detuviese, o al menos, Dios debe haber apretado el mute. En los instantes que posé mi mirada sobre su rostro no hubo sonido alguno, tampoco recuerdo haber visto movimiento en los autos o la gente, salvo claro por la energía cinética que habitaba en ellos hasta la aparición de esa mujer. Odié ser cursi pero me pregunté si era un ángel, no se me ocurrió más halago que ese para decirle, y me lo guardé para evitar una risa y un rechazo que destrozarían mi corazón. No me importó llegar tarde al trabajo, detuve mi caminata y quedé observándola por todo el recorrido de la acera del frente, hasta que desafortunadamente perdió-se al doblar la esquina. Pasados esos segundos en que la única actividad era yo mirando su caminar, el mundo siguió funcionando.
Llegué a mi trabajo un par de minutos tarde, esos mismos en que había detenido mi caminata para verla. No me pude sacar su cuerpo de mi mente, recordaba su imagen una y otra vez intentando memorizar cada uno de sus rasgos. Me hubiese odiado si tras cruzarla nuevamente la observase como una persona normal, sin agradecerle ese júbilo que produjo en mí verla por vez primera. Tenía rulos de propaganda, unos ojos marrones únicos que hacían hermoso contraste con su blanca piel. El pequeño lunar ubicado debajo y a la izquierda de la sensual boca llenaba de enigma a su rostro. De seguro Dios había creado ese lunar para que nadie sospechara que ese rostro era su creación perfecta y le reclamara tratos especiales para con ella. Por mi parte, pensaba que ese detalle hacía aún más llamativa su belleza. No le quiero hablar de su cuerpo para que no me piense pecaminoso, podría nombrar halagos hasta la punta de sus pies. Me limitaré a decirle que su figura era igual de tentadora que su cara, más no podía serlo.
Pronto dejé de ir en auto al trabajo para hacerlo caminando, justo por esa misma vereda en que la vi pasar aquél día. Incluso mentí a mi jefe para que me otorgue el permiso de llegar un par de minutos tarde al trabajo todos los días. Usted, personaje de mi sueño, sabrá para qué los utilizaba. Podría decir que cada día me parecía más bella pero era imposible. Todos los días era igual de hermosa, mayor belleza no se podía lograr.
Dispongo de poco tiempo para contarle la cantidad de planes que hice en mi mente para conquistarla. Solo le diré que pasé noches desvelado pensando en cómo acercármele. Quería saber cómo era su voz, me preguntaba a diario por sus virtudes, sus defectos, sus besos y sus chistes. Hacía todo tipo de preguntas con base en su persona, hasta que un día, un preciado día, la vi afuera de esa vereda, y sentí lo que la primera vez. Estaba en un café, sentada y leyendo. Por vez primera me interesó más ella que su lectura, como usted bien sabrá personaje de mi sueño, yo soy un amante de los libros. Como pretexto para hablarle me acerqué a preguntar que leía. ¡Su voz! Ay su voz señor de mi sueño, ¡era tan hermosa! Dispongo de poco tiempo para hacerle halagos, me limitaré a decirle que sonaba más bella que Romantic Piano de Chopin. No escuché su respuesta, ver el movimiento de sus sensuales labios nubló por completo mi oído. Pedí disculpas por no escucharla y me acerqué so pretexto de observarla más de cerca. Señor de mi sueño, ¡a cada centímetro más cerca más bella me parecía!. Pero basta, debo concentrarme, dispongo de poco tiempo.

Leía el diablillo en la botella de Robert Louis Stevenson. -Es un cuento hermoso, y permítame decirle que usted me recuerda a Kokua. Disfrute su lectura, hasta luego. Tras sonreírle de pícara manera me alejé conteniendo las ganas de pedirle me deje sentarme a su lado. Ubiqué mi cuerpo en una mesa un poco alejada, aunque con perfecta visión de la suya. Pedí un café, y tras colocar mis lentes, dispuse a leer algo de poesía. Las flores del mal es un libro bellísimo, pero sólo de a momentos pude concentrar mi mirada en sus versos. Usted, personaje de mi sueño, sabrá bien a quién miraba. Cuando cerró el libro hizo una sonrisa, mi corazón se exaltó, quizás mi halago le haya gustado, pensé. Con el plan ya hecho dejé dinero para pagar el café que ni siquiera había tomado. Salí caminando por un lugar bien visible para ella. Contuve mis ganas de mirarla y a los pocos metros del local me detuve simulando acomodar mis cosas. Presentí que su rostro se acercaba hacía mí, debo confesarlo, ése fue el momento erótico más profundo de mi vida. –Tenía razón sobre la belleza del cuento, gracias por su halago. Dijo con una pequeña sonrisa. –Tenía más razón sobre la belleza de usted. Le respondí en tono amigable, expresando gracia y sinceridad a la vez. Ella captó la intención y sonrió un poco ruborizada. Sin preguntar por obligaciones ni planes nos dispusimos a caminar. No hizo falta saber dónde nos dirigíamos. Hablamos de libros, música, arte y hasta política. Bromeamos y discutimos. Le puedo decir que pese a su belleza no pensé ni un momento en besarla, oírla era tan bello que sólo podía concentrarme en eso. Cuando rosé su mano mi cuerpo se paralizó. Pensé que había sido un accidente, pero ambos sabíamos que cada contacto de nuestra piel era totalmente voluntario y planeado, como si nos fuésemos descubirendo de a poco, con miedo y pautas. De común acuerdo pero sin decirlo guiamos nuestros pasos hacia el mar para ver juntos el atardecer. Bromeamos diciendo que parecía una cita, los dos sabíamos que esto era mejor. A la hora de partir y de forma muy adrede hice que nos dirigiéramos hacia uno de mis restaurants preferidos. –Un amigo me dijo que aquí se come muy bien, yo no he venido nunca pero hace tiempo tengo ganas. Ya sé que esto no es una cita, pero podríamos convertirla en tal y quedarnos de paso. Seguramente mi rostro pareció miedoso al esbozar estas palabras. Ella respondió que le encantaría pero tenía planes, pidió mi número y tomó un taxi.

Usted, personaje de mi sueño, seguro pensará que estaba triste, pero no. Había pasado los momentos más bellos de mi vida, me dolía su rechazo, pero poca gente llega a enamorarse como lo hice yo esa tarde.

Fui hacia mi casa y luego de los ejercicios cotidianos me bañé. Conmigo en la ducha el teléfono dio a sonar. Nunca interrumpo mis actividades para atenderlo, pero esta vez sonaba distinto. Corrí desnudo y mojado para llegar al llamado. ¡Era ella! Su compromiso se había cancelado y si no tenía nada para hacer, estaba dispuesta a ir a cenar conmigo. Le dije que me parecía genial, comentándole antes que esto sí era una cita. Dispongo de poco tiempo para decirle la alegría que sentí, me limitaré a señalar que no existen palabras que puedan expresar mi felicidad en ese momento.
Terminé mi ducha, y tras vestirme y perfumarme pasé por ella. Fuimos a comer y la sonrisa no se borró de nuestros rostros ni un instante. Recuerdo cada segundo de esa noche.
Confesó que a la tarde había mentido, no tenía ningún compromiso, se negó a mi pedido para tener el tiempo suficiente de ir a arreglarse a su casa y estar más bella para mí durante la cena. Esa frase selló mi enamoramiento, mi corazón debe haber sonado tan fuerte que seguro escuchó y se enamoró el suyo también. No recuerdo si había más personas en el restaurant, si las había nadie se dio cuenta de nada. Nosotros hablábamos otro idioma, casi extinto, el del amor.
Luego de la cena fuimos a mi casa, vimos una hermosa película con un delicioso té de por medio e hicimos el amor. Ni mi vida alcanzaría para explicarle la felicidad que sentí. Ni la vida de todas las personas del mundo bastarían para contarle lo bello que era su cuerpo, sus pechos, sus piernas. Cada centímetro en ella es hermoso personaje de mi sueño.
Me encantaría profundizar mi historia pero seguramente estoy por despertarme, ¿no es así? Ahora dígame, que le pareció mi relato.

Como bien piensa usted se está por despertar señor. El relato me pareció muy bello pero no entiendo, no queda tiempo para que me haga preguntas sobre Dios, el Diablo y esas cosas que pregunta la gente normal. Le ruego se limite a pedir un deseo, dinero o lo que fuere, yo se lo concederé.

Ya le dije que no soy como la gente normal, dinero me vendría bien de seguro, pero quiero otra cosa.

Pues diga, usted se está por despertar.

La del relato era mi esposa personaje de mi sueño, desde el día de mi relato en que la conocí estamos juntos, hoy tenemos dos hijos que son igual de bellos que ella porque más no pueden serlo. Todavía la amo aunque a menudo peleamos y como todos los matrimonios tenemos problemas. Mientras estoy despierto me olvido de decirle lo que hoy a usted.
Mi deseo es que alguien haya escrito lo que ocurrió esta noche, y cuando mi amada muera usted la reciba en el cielo y le lea esto. Como un favor personal pídale disculpas por no tratarla mejor en vida. Ahora me voy, tengo que despertar. Desde que ella no pasa por la cuadra del frente mi horario de trabajo ha vuelto a ser el mismo.

Por favor no llore señora. Éste fue el deseo de su esposo. Si quiere pasar al cielo firme aquí y abra ese portón, él me cayó bien porque no es como la gente normal, asi que le avisé de su llegada. Seguro la está esperando para salir a caminar.

martes, 30 de marzo de 2010

Hecho Policial

Las numerosas desapariciones de personas en aquella pequeña ciudad habían conmocionado a su gente que aún tenían alma de pueblerinos. Las pacíficas y desoladas calles y esa atmósfera lenta, pesada y mágica que parece hacer pasar más lento el tiempo había cambiado por revoloteos de móviles de noticieros de la capital de su país, es decir de todo su país, debido al unitarismo de su patria. “Dios está en todos lados, pero atiende solo en capital” era el dicho corriente que ejemplifica lo que digo.
Las pistas eran las suficientes como para allanar la casa de un tal Tertuliano Gómez, que en caso de ser culpable de aquellos raptos tenía una personalidad aún más extraña que su nombre.
Un comando conformado por los hombres más prominentes de las fuerzas policiales de la capital (si es que éstas pueden tenerlos) arribó a la casa del sospechoso ubicada en un significante campo. El señor Tertuliano tomaba un té muy tranquilamente cuando se produjo la perpetración a su vivienda. -¡Mi taza manga de atropellados! Alcanzó a gritar antes de que el utensilio se estrechara con el suelo y sus manos quedaran esposadas. Resultó raro que mientras lo trasladaban a la comisaría como todo un criminal no preguntase el motivo y se limitara a refunfuñar por ese pedazo de cerámico con forma, ahora repartido en pequeños trozos por el suelo.
¿Qué más se podría decir? Las fuerzas capitalinas registraron el lugar con toda tecnología, incluso con humanos y no tanto, con sabuesos y hasta con huesos y otros animales. Nada encontraron, y el saldo que produjo su irrupción fue una denuncia de Don Tertuliano que alegaba su voluntariedad para entregarse si sabía que la bruteza de aquellos individuos destrozaría su taza tan preciada, e interrumpiría el horario del té.
Don Gómez volvió a su casa luego de ser interrogado y de aceptar con malas ganas las disculpas ofrecidas por el Sheriff del pueblo. Los capitalinos volvieron a la Big City con la frente alta sin haberla bajado para pedir perdón.
Esa misma noche dos policías pueblerinos tuvieron la idea de observar un poco a Tertuliano. Todavía tenían bronca por haber sido apartados del caso con el argumento de la importancia del mismo y del superior Target de los Capitalinos que los posicionaba como ideales para resolver las misteriosas desapariciones que ocurrían en el tranquilo pueblo.
Pasada la medianoche Don Tertuliano se dirigió a los establos con un par de baldes que lo hacían sospechoso, en realidad esto no era nada inusual, pero las ganas de burlarse de los policías capitalinos hizo que los agentes del pueblo vieran interesante la escalada del pobre y asediado Don Gómez y se dirigieran a seguirlo, todo por unos inocentes baldes. Entraron a los establos y ni rastros del hombre, aunque sus huellas se perdían en una montaña de paja.
Con sumo cuidado y ahora sí con un interés justificable, los agentes de la ciudad-pueblo movieron el matorral y observaron una puerta no tan secreta como para que los capitalinos con su tecnología, sabuesos, huesos, humanos y no tanto, y otros animales no la hayan encontrado. Una escalera los llevó a un pasillo muy precario con una luz tenue, se observan varias celdas en fila con sus respectivos encerrados, aún quedaban libres algunas. Un cartel de madera adherido a las rejas tenía escrito el prontuario de cada encerrado, en su mayoría eran asesinos y violadores recurrentes, y un par de funcionarios públicos con altos fraudes perpetrados. Don Tertuliano repartía la comida de los baldes (al final resultaron ser sospechosos) a sus presos.
Los dos policías luego del shock al observar lo que veían (ver y observar son dos cosas distintas lector, sépalo) gritaron al unísono a Gómez que no se moviera, éste se sentó tranquilamente en el suelo y comenzó a hablar, explicó los terribles delitos de sus guardados, que la impunidad les había permitido esquivar a la justicia y que él la había proporcionado, al principio con el homicida y violador de su hija, para después continuar esa labor que le dejaba un saldo de más de 20 detenidos, y a él como todo un justiciero. Dijo a los policías que su cristiandad no le permitía asesinarlos, por ello los mantenía aislados de la sociedad mientras pagaban sus penas. Había creado lo que él denominaba “una especie de purgatorio en la Tierra”.
Luego de escuchar el relato del malhechor uno de los agentes tomó su arma y disparó a Tertuliano. El otro, lejos de estar confundido dijo –¡Que suerte! pensamos lo mismo, y tomando una escopeta de caza colgada en la pared comenzó a disparar contra cada uno de los presos. Finalizado el trabajo los policías limpiaron la escopeta que había dado muerte a los encerrados y le implantaron las huellas de don Gómez.
Llamaron a la policía local (no a la de la Big City) y dieron su informe.
–Decidimos seguir investigando al señor Tertuliano Gómez tras los fracasos en las averiguaciones realizadas por la policía de capital, ya que las mismas nos parecieron paupérrimas. Seguimos al sospechoso hasta el corral de caballos donde dimos con una puerta no tan secreta como para que los capitalinos con su tecnología, sabuesos, huesos, humanos y no tanto y otros animales no la hayan encontrado. Tras de ella había una escalera que daba con un pasillo extraño, donde se ubicaban celdas con personas adentro. El sospechoso escuchó ruidos y comenzó a disparar contra los encerrados, nosotros creímos ser el objetivo de aquellos disparos y nos cubrimos, cuando los disparos cesaron y tuvimos la oportunidad salimos al encuentro del maleante que nos apuntó con una escopeta de caza obligándonos a dispararle. Acto que terminó con la vida del Sr Tertuliano Gómez
Nos avergüenza como policías y miembros de esta pequeña ciudad la masacre ocurrida y juramos haber dado nuestra vida si ello posibilitaba impedir alguna de las ejecuciones realizadas por el señor Tertuliano Gómez.
Los dos agentes de la pequeña ciudad fueron trasladados a la Big City donde ahora ejercen su profesión.

jueves, 25 de marzo de 2010

Raras Respuestas

Sus padres no estaban en casa durante el fin de semana y su condición de soltero y la borrachez del momento eran condimentos ideales para armar una fiesta post salida en su casa (o After como se le dice hoy), hasta quizás podía ligar pensó, agarró su celular, mágico invento de la tecnología, y envió mensajes a todos sus contactos, incluso con la prerrogativa de que la libertad les permitía llevar a otros. Llegó a su casa al mismo tiempo que el sol al cielo, con su naranja bello que casi no percibió, la cachondez y el alcohol le nublaban demasiado la vista como para ver semejante espectáculo, mucho más bello que las piernas que lucen las mujeres con sus polleras cortas los sábados por la noche, y hasta la madrugada de los domingos.
Su decepción fue gigante al notar las pocas almas que esperaban ansiosos en la puerta de su casa la fiesta prometida. Entró con aquellas personas en que se mezclaban amigos y desconocidos y encendió un cigarrillo de marihuana como para mostrar con ejemplos la libertad de la que podían gozar sus visitantes, ese olor penetrante junto con sus ruegos hacia Dios de que lleguen mujeres a apagar su s incendios atrajo un número considerable de gente (de todo sexo y sexualidad), para la magnitud de la casa que hablamos.
La fiesta se armó y el agradeció en silencio a Dios. Botellas de licor se iban vaciando imitando el vacío de esa gente que busca compañía en las madrugadas y sólo encuentra soledad, el comentario de la marihuana llegó a los nuevos integrantes de la juerga y no faltó quién presente una rodaja de cocaína en la mesa e incentive a comprar más. ÉL se sintió impactado tras ver el polvo blanco, y un poco atraído también. No sé si fue el sueño que sentía o las ganas de impresionar a los demás como dueño de casa y organizador de aquella loca juerga lo que le hizo probar el oro blanco mientras ponía Cocaine de Eric Clapton para la ocasión. Su devoción por la música le hacía tener una melodía para cada sensación y ocasión, aunque eso limitara el espacio en el disco rígido de su computadora.
La noche siguió su rumbo en la madrugada que los visitantes negaban a base de música alcohol y drogas, sin hacer caso de la notable claridad que entraba por las ventanas de su casa reflejando la hora. El dueño de casa consiguió sexo de la mano de una jovencita que llevó rápidamente a su pieza, y sin palabras de por medio le quitó la ropa salvajemente para besarla por cada centímetro del cuerpo. Siempre había creído que tenía buena performance en la cama, pero reconocía su perfecta ejecución sexual al polvo blanco que había inhalado hace minutos.
Placer y transpiración llenaron la pieza por largo tiempo hasta que los partícipes del sexo (no amantes por supuesto) cayeron exhaustos.
Al volver al comedor con una sonrisa en la cara por el genial orgasmo que había conseguido y hecho conseguir a su compañera (hasta quizás fue más de uno el de ella) se sorprendió un poco por la suciedad del lugar. Los padres llegarían a la noche y era imprescindible limpiar y borrar rastros de todas las drogas que habían estado presentes en su casa, él solo había visto dos, pero nada lo extrañaría que haya una tercera o cuarta. Como anfitrión había sido un éxito y no aceptó la voluntad de limpiar de los partícipes de la juerga, que pese a ello levantaron las cosas, dejando solo la suciedad del piso y la desaparición de las botellas de licor al gran organizador qué volvía de la cama.
Las drogas y el dinero se habían acabado, solo quedaban algunos alcoholes a medio terminar, calientes y sin voluntarios para acabarlos. Pasado el mediodía los invitados y no tanto se fueron y él quedó solo en casa. Esbozó una sonrisa evocando los momentos recientes y fumó su último cigarrillo de marihuana en un intento de abrir su apetito y desterrar el dolor de cabeza que tenía. EL disfrute de la cocaína y el alcohol terminan pasando factura más cara que el momento que hacen vivir. Almorzó pasadas las tres de la tarde y sin darse cuenta quedose dormido.
Se levantó al atardecer con el hermoso poniente del sol al que tampoco le prestó atención. La conciencia había aparecido luego de su ausencia por el efecto de las drogas y le ordenaba limpiar su casa. Sus padres llegarían solo en un par de horas. Con su cuerpo que parecía de plomo por la paliza de la noche anterior se dispuso a limpiar, mientras rogaba a Dios que su familia se demore al menos un rato. Borró rastros de estupefacientes, limpió los pisos y desterró evidencias del acto sexual del que había sido participe en la cama de sus padres. L
a hora de llegada se estaba pasando y él aún limpiando, rogó a Dios por más tiempo para dejar la casa en condiciones, después de todo, anoche le había traído mujeres a su casa, ahora pedía algo más justificable y sano pese a ser el principal culpable de la juerga nocturna.
Su casa quedó en condiciones y su familia aún no llegaba, agradeció de sobremanera la ayuda celestial La de anoche y hoy.
El teléfono sonó y se dirigió a atenderlo, del otro lado sonó una voz seca que informaba sobre el accidente vial de su familia, él quedó paralizado mientras observaba la perfecta limpieza de su casa, no tenía idea que a veces los pedidos tienen respuestas muy extrañas.

lunes, 8 de marzo de 2010

¿Qué pasó después?

Dicen que Dios hizo al mundo en 7 días, pero nadie cuenta lo que pasó después. Resulta que aquél en las alturas con eso del libre albedrío tenía poco que hacer, y se decidió a crear el cielo, todos sabemos de aquí la historia de su ángel preferido que se convirtió en Satanás. Pero nadie se imagina lo que ocurrió luego.
Con eso del libre albedrío en la Tierra ya nadie le daba importancia a Dios, había nuevas divinidades: dinero, mercado, juventud eran algunas de ellas. Hasta Zeus, Hades y Poseidón habían desaparecido del habla de las personas.
Dios andaba aburrido sin saber qué hacer, el cielo estaba poblado de todas buenas personas, su arbitrio era innecesario, el paraíso sin él seguiría siendo igual. Su par del otro lado, Lucifer, no se encontraba en condiciones muy distintas, con la calidad de las gentes que habitaban el infierno ya no hacían falta sus maldades para convertir ese lugar en un suplicio. Para colmos, el libre albedrío también lo afectaba y aunque estaba ganando la batalla en la Tierra no podría atribuirse semejante logro, solo se reía de que Dios haya puesto tanto presupuesto en el paisaje y tan poco en los humanos que lo llenan. De tanto pensar esto no se le ocurrieron motivos para no poder disfrutar el paisaje creado por su ex mejor amigo, después de todo, su reinado en el infierno ya no hacía falta. A su par en las alturas le pasó lo mismo, quería disfrutar lo que sus manos habían creado y dejar de sentirse inútil en un cielo que se gobernaba solo.
Ambos vinieron a nuestra Tierra, uno subiendo, el otro bajando, y aunque les parezca mentira, terminaron juntándose para recorrer el mundo. ¡Hasta las divinidades le temen a la soledad!
Y esto es lo que pasó después, la anarquía hizo del cielo un paraíso y del infierno un tormento, y en la Tierra el libre albedrío refleja lo más cerca que estamos de la profundidad. Mientras tanto Dios y el Diablo se olvidaron de gobernar y caminan juntos por las playas de Dubái como los amigos que eran antes.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Buscando El Amor Ideal

Los dos querían vivir un amor perfecto, alejado de esa contaminación del lenguaje que con un te amo no expresa ni la mitad de lo que se siente estar enamorado. Encontrar pareja sin palabras, de eso se trataba ¿Pero cómo?, y no solamente sin palabras, sin el sexo que magnifica o disminuye los momentos de amor (depende la performance de los amantes) pero que de ninguna manera lo hace nacer. Y también sin que nazca en esos lugares de encuentro donde uno va predispuesto a. Se trataba en síntesis, de vivir un amor perfecto, un amor creado de la nada, ex Nihilo. O para ser un poco griego, un amor como simplicidad y perfección absoluta, como el Uno de Plotino, como la causa primera de Aristóteles, como la media naranja de Platón.
Entonces crearon un plan digno de conquista del mundo, aunque conquistaban algo mucho más importante, a ellos mismos. Él miró de todas las mujeres una que le llamara la atención, de esas que no se observan por su belleza física sino que la expresión ¡qué hermosa chica! Sale de un caminar, de unos ojos, de una forma de vestir, o de no se qué. Yo sé que usted lector sabe a qué me refiero. Cuando encontró a esa mujer la siguió durante dos días, no en el sentido bizarro, nada de malo había en sus intenciones, quería saber los lugares que frecuentaba, como se relacionaba con la gente, poder admirarla de lejos, como se admira un paisaje desde lo alto de las montañas, aunque mirándola con mucho más ilusión. Finalmente llegó el día, ella sabía de los planes del chico que la acechaba, e inconscientemente estaba de acuerdo, quería saber qué era eso del amor perfecto que tanto hablan los poetas y filósofos, pero que sinceramente, no conocía a nadie que lo hubiese vivido. Se miraron a los ojos durante diez minutos, los primero cinco fueron incómodos, en los segundos, fue difícil luchar con las ganas de besarse. ¿Y usted se pregunta porque no lo hicieron y damos final a esta historia? No era el momento, se hubiese arruinado, ¡de tantas cosas se pierde el hombre por no saber esperar!. Pasados esos minutos en que se leyeron mirando lo que algún poeta dijo son los ojos del alma se dieron a caminar, sin meta que condicione el momento, sin palabras que se queden cortas tratando de expresar la felicidad que sentían. Todo era perfecto, un amor que se fecundó en una burbuja impermeable, libre de toda contaminación, libre del lenguaje, libre del sexo, de los lugares corrientes, de las presentaciones con amigos en común.
Cuando sus corazones les dijeron que era el momento frenaron su caminar, si lector, el corazón habla, aunque hoy casi nadie lo escuche. Él le dijo a ella que un beso revela todo y se dispusieron a averiguar. ¿Qué probabilidades había?
Dicen que en los orígenes el hombre tenía dos cuerpos, que Zeus los cortó por la mitad y a partir de ello pasamos la vida buscando aquella que nos falta, nuestra media naranja, nuestro complemento, nuestro amor ideal.
5.5000 millones de habitantes tiene el mundo, y ellos, parados frente a frente, a punto de besarse, buscando sólo una.

lunes, 25 de enero de 2010

1

La brisa se inmiscuye
por la puerta de mi habitación aún cerrada
penetra cada hueco, cada espacio, cada debilidad.Embriagando al universo con su perfume

Ese viento juguetón, histérico
envuelve todo el mundo.
Peina mis cabellos, juguetea con mis manos
me quita la ropa, y luego se va.
Luego se va.

El daño está hecho,
mi habitación permeada, la puerta de hierro.
El aire que no pudo contener.

Mis cabellos moviéndose, mis
manos tentadas agarran al aire
El viento se va, el viento se va.

Aire no te vayas!
La alcoba ha quedado muy frío
Su puerta sin la fuerza de antes
Mis cabellos erizados que los vuelvas a mover
Mi mundo quiere, que lo vuelvas a envolver.

Evocación


La felicidad es en realidad una tristeza con disfraz, que engaña al ser embriagándolo de bienestar con la amistad, para luego devastarlo cuando llega la despedida. Dejando la sonrisa del recuerdo, y la cólera de no saber, cuando se va a repetir.

-A los amigos de las Grutas, por habernos regalado un genial verano.

PD: Era la única foto de los tres que le vamos a hacer jaj. un abrazo